Para un gran número de mujeres, diferentes prácticas abortivas son el único modo de interrupción y transformación de las condiciones que plantean factores culturales, religiosos y legales, ante la presencia de un embarazo no querido.
Según cifras de la OMS la mitad de las gestaciones que ocurren en el mundo son indeseadas y 1 de cada 9 mujeres recurre al aborto como única solución posible.
En Amércia Latina y el Caribe ocurren anualmente182 millones de embarazos, 36% no fueron queridos y el 20% termina en aborto.
En Argentina es la primera causa de muerte materna, con un 27% que representa la muerte de mujeres jóvenes, de entre 15 y 35 años.
La despenalización del aborto significa que la ley no castigue a la mujer que lo practica. Ud. puede adherir
http://www.despenalizacion.org.ar
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04/04
2008Rio Negro: "Primó la integridad psíquica de la menor", el juez Pablo Iribarren falló autorizando un aborto
Alto Valle: El magistrado solicitó una muestra de ADN para continuar con la investigación de abuso que se le sigue al que sería el padre de la joven. "A la hora de autorizar la práctica del aborto se privilegió la integridad psíquica de la menor que resultó abusada. Pese a que la ley indica que los médicos pueden practicarla sin la autorización previa de la justicia en el caso de la violación, con la asesora de menores y el fiscal intervenimos rápidamente por el interés de la menor", señaló el juez de instrucción Pablo Iribarren quien falló en el resonante caso.
Investigación
La dramática historia de abuso a una joven de 15 años derivó en la autorización de la justicia para que se le practicase la intervención en un hospital del Alto Valle y además se le tomaron muestras al feto para analizarlo genéticamente.
De esa manera se comprobaría que el embarazo fue la consecuencia del abuso de quien sería el padre de la joven.
Trascendió que el hombre está detenido por la causa de abuso a la menor, que se le inició el año pasado. De acuerdo a lo que se puso a conocer la joven no llevaría el apellido del imputado por lo que para la investigación en el caso de abuso, los resultados del ADN serían claves para resolver el procesamiento.
«Trabajamos rápidamente para evitar más burocracia y que la chica sufra más aún de lo que ya era su padecimiento por la situación de abuso», explicó Iribarren.
El magistrado indicó que en la ley está autorizada la práctica en los casos de violación, por lo que los profesionales pueden realizarlo pero muchas veces se niegan.
Otra de las medidas que ordenó Iribarren fue la asistencia psíquica de la menor, para superar las circunstancias que vivió.
El aborto le fue practicado la semana pasada, en una institución pública; aunque la ley prevé que se puede realizar también en el ámbito privado.
No es el primer caso en el Alto Valle en que se autoriza la práctica ante hechos de violación
Lo hice, hace más de 30 años. Yo era muy joven y tenía dos hijos pequeñitos. Estaba recién separada. Ese embarazo no fue buscado, ni esperado ni deseado. Fue un accidente. Era “algo” que me había pasado azarosamente y con diafragma. No sé si en algún momento pensé en tenerlo, era muy claro que no quería/no podía y no debía. Llamé a mi médico ginecólogo que era un “doctor-profesor”. Muy fríamente (acusatoriamente) me dijo que me iba a sacar del trance. Me dio una dirección por la calle Junín, cerca de la avenida Santa Fe. Era una casa muy vieja, con una altísima puerta de madera. Me abrió una mujer vestida de blanco que, sin mediar palabra, me llevó a una habitación donde había un camastro con una frazada marrón y una camilla ginecológica vieja y una palangana amarilla en el piso. Después vi una mesa con los instrumentos para la intervención. No se oía una sola voz. No me sentía bien. Me acompañó el amigo que había contribuido al embarazo. Volvió la mujer de blanco y me indicó que me sacara la ropa y me pusiera una bata blanca. Me acosté en la camilla cubierta con un hule blanco y frío. Con mucho malestar abrí las piernas. Sin golpear ni pedir permiso, entró un joven que venía a cobrar los honorarios del doctor-profesor, me dijo que no podía aceptar mi cheque porque ahora yo estaba separada. ¡Encima eso! También era sospechosa de insolvencia. Me sorprendí, no me alcanzaba el efectivo, le di todo lo que tenía y le prometí llevarle el resto a su consultorio, a la tarde. Aceptó. La mujer-enfermera me inyectó algo y me dijo que iba a dormir, que contara hasta 10. Me desperté en el camastro, la palangana no estaba y no vi nada, no había nadie, las paredes eran amarillas. Me quedé un rato mirando los zócalos. No era cierto que no había nadie, miré bien y había varios camastros con mujeres recostadas con rostro de dolor y malestar. Rostros grises y ojeras opacas. Todas sangrábamos en un espectáculo de gemidos. Abortar es espantoso, no hay quien me desmienta. Algunas mujeres intentaban levantarse. El dolor moral es fuerte. Finalmente me pude levantar y me vestí. Tenía las piernas apretadas y sentía dolor en el bajo vientre. Mal, mal. Salí, mi amigo estaba sentado en la sala de espera. Le pregunté si me iba a ayudar a pagar esto porque no me alcanzaba el efectivo, me dijo: “Es un tema tuyo”. “¡Ah! a vos no te está pasando nada”, pensé. Todo era sórdido.
Nunca vi a mi médico en todo ese tiempo. Me dejó dicho que vaya a su consultorio, lo hice, le pagué un par de miles de pesos, y me comunicó que me había colocado un DIU, algo que recién salía a la venta, no se sabía mucho porque estaba en una etapa experimental, era una prueba, me confesó que él mismo no estaba seguro que fuera lo mejor para mí. Y me lo cobró como si fuera de platino. Otra vez no me había consultado, ni siquiera me había avisado, informado, no me preguntó nada, hizo lo que quiso. Se sintió con derecho a decidir sobre mi cuerpo, como si se tratara de algo que le pertenecía, como si yo no tuviera nada que ver.
Treinta años después, los varones siguen creyendo que pueden disponer sobre el cuerpo de las mujeres. Se sienten con prestigio moral, están convencidos de que tienen autoridad. Penalizan el aborto porque creen que pueden legislar sobre algo que ellos creen que las mujeres no podemos ni sabemos controlar. Y muchas mujeres, muchas, creen que los varones tienen razón y les reconocen autoridad y prestigio. Nos tutelan como si fuéramos hijas bobas, menores de edad, sin capacidad de decidir, sin conciencia, sin poder elegir y sin poder tener un control infalible sobre la propia capacidad reproductora. Es un tema nuestro (como dijo mi amigo). Se trata de nuestra libertad, de nuestro derecho para decidir nuestras maternidades... pero todavía los que deciden son ellos. ¿Qué hacer?
Me fue muy mal con el DIU, hemorragias y hemorragias. Un día fui al consultorio por ese tema y sin avisarme, sin anestesia, sin ninguna dilatación me arrancó el DIU con tanta fuerza y tan inesperadamente que vi estrellas de colores brillantes y casi me desmayo. Tuve una alucinación como en luces de neón que decía: “El retorno de lo reprimido”, S. Freud. Lo recuerdo perfecto. Y ahí comprendí: a este tipo le volvió el odio. Este tipo odia a las mujeres, está vestido de “doctor-profesor”, cree que es un patriarca, tiene algunos gestos paternalistas ¿pero quién se cree que es? ¿Dios? Otra vez no me avisó, no me informó ni me explicó nada. El decidió que las cosas eran así. Me castiga porque me separé, porque me embaracé, ahora me lo saco y no acepta mis cheques. ¿Quién es este señor? Nunca más volví. Pensé: la que pone el cuerpo soy yo y mi cuerpo es mío. Cuando llegué a la calle me tiré casi desmayada en la vereda, estaba en Pueyrredón y Juncal.
* Psicóloga, poeta y ensayista, autora de, entre otros libros, Mujeres en plena revuelta y La mujer transgresora.
PAGINA 12 - Sociedad|Sábado, 17 de Mayo de 2008 - Debate en la UBA entre especialistas sobre aborto
“Hay un feminicidio de Estado”
Por Mariana Carbajal
Cuando una mujer muere por un aborto inseguro o porque no pudo acceder a un aborto no punible se produce “un feminicidio de Estado”, definió la doctora en Psicología y profesora titular de la UBA Ana María Fernández.
Fue durante una mesa redonda sobre la problemática del aborto convocada en la Facultad de Psicología. “Hay que recuperar el sentido rector de la universidad: estar abierta a los debates”, enfatizó Fernández al abrir la charla, que tuvo lugar en el marco de la Cátedra Introducción a los Estudios de Género, que encabeza Fernández. Los tres expositores invitados, el médico sanitarista Juan Carlos Escudero, la socióloga e investigadora Susana Checa y la psicoanalista y especialista en Estudios de Género Débora Tajer, coincidieron en que la Argentina tiene que avanzar hacia la despenalización del aborto.
“Si el aborto es clandestino es un problema de todos, no del que no puede pagarlo”, opinó Tajer. “En países que lo han legalizado ha desaparecido el riesgo de morir por un aborto”, apuntó Escudero. En la Argentina, los abortos inseguros son la principal causa de mortalidad materna desde hace veinte años. “Hay que terminar con el horror de la muerte y el sufrimiento que causa el aborto. Debe haber educación sexual y fácil acceso a la anticoncepción”, agregó el sanitarista, profesor titular de las universidades nacionales de Luján y La Plata.
El debate reunió a más de un centenar de alumnos y alumnas de la carrera de Psicología. Checa, investigadora de la UBA en temas de salud y derechos reproductivos, fue la primera oradora. La prohibición que pesa sobre el aborto en el país, dijo, es la “punta del iceberg” de la vulneración de todos los derechos humanos de las mujeres, sobre su salud y sus derechos sexuales y reproductivos particularmente. El aborto pone en juego la autonomía de las mujeres y su derecho a decidir en qué momentos tener hijos, explicó. “Hay mujeres que pueden acceder a ese derecho porque tienen acceso a información y a una salud digna. Pero otras no tienen esa posibilidad: mujeres que han sido violadas, abusadas o simplemente no pudieron prevenir un embarazo que no planificaron, que no estaba en el horizonte de sus vidas”, describió Checa, integrante del Foro por los Derechos Reproductivos y cocoordinadora del Consorcio Nacional de Derechos Reproductivos y Sexuales.
Tajer, profesora adjunta en Psicología de la UBA, se refirió al impacto en la “subjetividad” del aborto “en un contexto de ilegalidad” como el de la Argentina. “No hay que naturalizar el sentimiento de culpa: tenemos culpa por la ilegalidad de esta práctica y por la condena social”, consideró. El “problema moral” que hay en torno del aborto se da sólo en los países subdesarrollados, donde está prohibido o tiene fuertes restricciones, en contraste con los países desarrollados donde está despenalizado o legalizado, agregó. “En Cuba, donde el aborto es legal, se llama regulación de la menstruación. Es muy distinto que decir matar a una vida. Son distintas las implicancias emocionales y morales”, comparó.
Escudero destacó la tendencia mundial actual a despenalizar el aborto: “Muy pocos países lo prohíben”. Y marcó que la mayoría ha reformado sus legislaciones para liberalizarlas en las últimas cuatro décadas. “En países católicos como España e Italia está despenalizado. Es evidente que es un problema absolutamente político”, subrayó el médico sanitarista. Y consideró a la Iglesia Católica como el “mayor enemigo” para sacar al aborto del Código Penal en la Argentina.
A un año del caso de la joven que murio porque le negaron su derecho al aborto
Ana María, la muerte y el símbolo
Los médicos no le trataron el cáncer por su embarazo. Pero tampoco la dejaron abortar. Hoy, actos por el aniversario de su muerte.
Por Mariana Carbajal
”Yo sabía que ella tenía que hacerse un aborto porque lo había escuchado en una charla, sabía que en casos como el de ella estaba permitido. Peleamos con el director del hospital, recorrí fiscalías, vi a jueces, no me quedé quieta nunca para salvar a mi hija y no la pude salvar”, dice Norma Cuevas, con la voz ahogada por el recuerdo. Su hija, Ana María Acevedo, tenía 20 años cuando un año atrás murió sin tratamiento para su cáncer porque en el Hospital Iturraspe, de Santa Fe, le negaron un aborto terapéutico y no quisieron aplicarle quimioterapia porque estaba contraindicado para el embarazo. Hoy a partir de las 10, organizaciones de mujeres que impulsan la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto se concentrarán frente al hospital que la condenó a una muerte segura y marcharán por el centro de la ciudad, para recordar a Ana María y denunciar “el sistema autoritario y patriarcal que sigue matando mujeres en nombre de la vida”.
“No sé cómo voy a hacer para ir a ese hospital. Hace días que no puedo dormir bien pensando en que tengo que volver a ese lugar, donde pasé los últimos siete meses de vida de Ana María”, decía Norma a Página/12, en su casilla del barrio San Francisco Solano, en la localidad de Vera, a unos 300 kilómetros de la capital provincial. La rodeaban los tres hijitos de Ana María, de 5, 3 y 2 años, que ahora viven con ella, su marido Haroldo Acevedo y sus tres hijos de 12, 16 y 18 años.
El caso de Ana María Acevedo es emblemático y “pone en evidencia la realidad que padecen cientos de mujeres que son discriminadas en el sistema de salud pública, sometidas a tratos deshumanizados, a las que la sociedad y el sistema judicial les niegan el derecho a acceder a un aborto legal, seguro y gratuito”, señalan desde la Multisectorial de Mujeres de Santa Fe, organizadora del acto de hoy, e integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito.
“A Ana María la mataron la intolerancia, el autoritarismo, la falta de respeto por la vida ajena; en definitiva, la suma de todos los fundamentalismos”, dice la abogada Lucila Puyol. Representa legalmente a la mamá y el papá de Ana María junto a otras letradas de la Multisectorial en la causa penal para determinar las responsabilidades de los médicos que la atendieron, las autoridades hospitalarias y los miembros del Comité de Bioética que rechazaron el aborto que pedía la familia. Varios de los profesionales fueron citados a indagatoria. El juez Eduardo Pocoví todavía no hizo ninguna imputación. “Creemos que se trata de un homicidio con dolo eventual, porque estaba prefigurado el desenlace de la muerte al negarle un tratamiento oncológico”, señaló Puyol a Página/12. A partir de la historia clínica y el testimonio de los padres de Ana María, las abogadas reconstruyeron el drama que vivió la joven en los últimos meses antes de morir.
La crónica de su dolor comienza a ser registrada en mayo de 2006, cuando Ana María recurrió al hospital de su localidad, Vera, porque tenía un fuerte malestar de muelas. Tras cinco meses de atención odontológica, el 23 de octubre de ese mismo año, fue derivada al Hospital Cullen, de la ciudad de Santa Fe. Allí le detectaron un cáncer en el maxilar y le extrajeron una parte del tumor de las partes blandas de su cuello. La familia dice que no le explicaron la gravedad del cuadro ni que debía tomar precauciones para no quedar embarazada.
El 23 de noviembre de 2006 fue derivada al Servicio de Oncología del Hospital Iturraspe, pero ante la sospecha de que podía estar embarazada no le iniciaron el tratamiento por el cáncer porque la quimioterapia está contraindicada para la salud del feto. El embarazo se confirmó el 7 de diciembre. El 22 de febrero de 2007 el Comité de Bioética del Iturraspe se enteró del caso y lo analizó. La reunión quedó registrada en un documento escrito. Muestra claramente lo poco que valía la vida de Ana María para los médicos. “¿En algún momento se pensó en un aborto terapéutico? Por convicciones, cuestiones religiosas, culturales, en este hospital (y en Santa Fe) no”, dice el acta de la discusión. También precisa: “En este estadio de la enfermedad aún se puede hacer quimioterapia y radioterpaia como chance para mejor calidad de vida”, pero “con el embarazo en curso ambas posibilidades terapéuticas se descartan”. Y más adelante sigue: “La familia, los padres expresan que no se le está haciendo nada. Y en realidad es así, pues se le está tratando el dolor pero no se combate la enfermedad”. Con esa negativa, Norma deambuló por los tribunales para reclamar el aborto terapéutico. La autorización nunca llegó.
El caso salió a la luz después de que Ana María fuera sometida a una cesárea, el 26 de abril de 2007. Ya estaba en la Unidad de Terapia Intensiva “en estado pre morten, es decir, con una marcada insuficiencia respiratoria y falla de órganos”, según explicó el médico Emilio Schinner, en el expediente clínico. La criatura que dio a luz, de 22 o 23 semanas de gestación, sobrevivió 24 horas. Ana María murió el 17 de abril.
En un primer momento, el entonces director del Iturraspe, Andrés Ellena, negó que la madre y el padre de Ana María hubieran pedido un aborto terapéutico. La mentira quedó en evidencia cuando se conoció la historia clínica de la joven. Le costó el cargo. Allí dice textualmente: “Se habla con la familia, padre y madre refieren querer realizar aborto, se habla con el director en presencia de los mismos y se les explica que no se puede realizar de ninguna manera. Familia muy agresiva, amenazando que va a recurrir a la Justicia”, dice el parte, fechado el 22 de marzo de 2007.
Ana María apenas había podido ir a la escuela primaria y trabajaba como empleada doméstica. A los 16 años había parido al primero de sus tres hijos. Antes de recibir el diagnóstico de cáncer, su madre –como ella era menor– había iniciado los trámites para que le hicieran una ligadura tubaria. “Tenía todos los papeles firmados, pero en el hospital de Vera no se la quisieron hacer”, recordó la mamá de Ana María. A la muchacha le negaron el derecho a elegir el método anticonceptivo elegido y también el acceso a un aborto terapéutico, no punible de acuerdo con el Código Penal. Su historia y su nombre son un emblema para el movimiento de mujeres argentino.
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