sábado, 10 de julio de 2010

NOVIAZGOS VIOLENTOS

El cadaver de la novia
NOTA COMPLETA


La muerte de una joven estudiante de periodismo de 19 años y las sospechas fundadas de que el culpable sería su ex novio –a quien la víctima ya había denunciado por lesiones– puso en evidencia, otra vez, por qué la violencia de género es una pandemia que no se detiene frente a nuevas generaciones que parecen tener roles de género más flexibles pero están tan atravesadas por el patriarcado como las mayores. Al contrario, la violencia machista dentro de relaciones de noviazgo parece invisible por la falta de políticas y campañas públicas, por el vacío legal y la dificultad en el abordaje.

Marianela Rago murió asfixiada, golpeada y prácticamente decapitada por el corte que sufrió en la garganta con una cuchilla de su propia cocina. Tenía rastros de haberse defendido, los brazos cortados, la ropa rota y en la casa faltaban algunas pocas cosas.

Vivía en un departamento de dos ambientes con su hermano Matías. Oriundos de Tierra del Fuego, hacían vida de jóvenes estudiantes en la Capital: salían, conocían gente, tenían grupos de estudio y todas las semanas se reunían con su grupo de Río Grande, la ciudad donde crecieron.

Durante el último año de secundaria, Marianela estuvo de novia con Francisco Amador. El era su preceptor en el colegio Cierg. Pero cuando terminó la escuela ella y su hermano vinieron a Buenos Aires como muchos de sus amigos. Francisco también: trabajaba en una empresa de sistemas en San Isidro. Según amigos de Marianela, él vino sólo para controlarla a ella, quien lo denunció en los primeros meses de noviazgo por lesiones. Esa causa fue archivada y nadie, excepto una de sus mejores amigas, dijo conocer este dato.

Cuando Marianela apareció muerta, la relación había terminado casi 10 meses atrás. De hecho, sus compañeros en la escuela de periodismo ETER ni siquiera sabían de esta relación. Sólo dos de sus más antiguas amigas estaban al tanto de que él la había amenazado, la perseguía y hostigaba y la había golpeado. Las marcas de esos golpes se hicieron visibles el año pasado. Maquilló la causa de esas heridas con un argumento común: se había caído en el baño. El guión de la violencia de género se cumplía letra a letra. El ex novio, como tantos hombres violentos, desplegó toda su artillería en privado, generando un uno a una difícil de descifrar por el entorno y convenciendo al resto de que es un ser sociable y, muchas veces, encantador.

Si la violencia puertas adentro es difícil de detectar, un noviazgo violento tiene todos los ingredientes para volverse invisible: la falta de experiencia, la vergüenza de contar, la ausencia total de una red familiar, en este caso agudizada por la distancia pero casi siempre porque la sociabilidad de la juventud impone una lejanía, y el estereotipo que maneja en su cabeza una chica que apenas está saliendo de la adolescencia. “Un noviazgo violento es aquel en donde el hombre ejerce el control, vigila a la mujer, la amenaza y a la vez la convence de que él la va a cuidar como nadie y la va a amar para siempre. Y nadie tiene los ojos puestos en esas relaciones, porque los chicos están en esa etapa donde los ámbitos son sólo suyos. Vivimos en una cultura de apropiación machista basada en el miedo, la amenaza, la justificación y la culpa. Y el baluarte es el amor romántico, un verdadero cáncer que ataca a las chicas desde la primera infancia y atraviesa cualquier clase social”, opina Raquel Disenfeld, coordinadora de la organización Mujeres Libres y ex coordinadora de los talleres de noviazgos violentos de Mujeres al Oeste.

Cuando el femicidio de Marianela saltó a los medios de comunicación y todas las dudas recayeron en su ex novio Francisco, enseguida se supo que la familia de él era conocida en Tierra del Fuego por un caso que condenó a Amador padre en 1989. El hombre había matado a golpes a su otro hijo, a los 20 días de nacer. En el juicio alegó que el chico tenía una enfermedad llamada púrpura y que de ahí provenían sus fracturas y hemorragias internas. También trascendió que años antes, en un camping, Sergio Amador ató a Francisco durante todo el día a un árbol porque era muy inquieto. Por alguna razón, el hombre no soportaba la alteridad de sus chicos: seres independientes que actúan según sus propios deseos y pulsiones, no dejaban de jorobar cuando él quería. Su pena no terminó, aunque goza de salidas transitorias por buena conducta.

Fabián Tablado, el protagonista de uno de los casos más conocidos de noviazgos violentos, que terminó con la muerte de Carolina Aló por 113 puñaladas, no podía soportar, entre otras cosas, que ella no quisiera darle un hijo. En las cartas sumariadas en la causa consta que Tablado le pedía “un fruto” concreto y real del amor que se tenían, y juraba que eso iba a terminar con sus celos y necesidad de control: “Si me das un hijo voy a confiar en vos”. Ante la negativa de ella, frente a la imposibilidad de tramitar ese rechazo, Tablado la apuñaló hasta matarla. En este sentido, el caso Aló-Tablado es paradigmático: el tipo que se queda en la puerta de las reuniones a las que va su novia, las marcas en el cuerpo, las cartas con promesas hasta la tumba y los llamados permanentes. Y familias a la que les cuesta visibilizar la amenaza que representa una relación con estas características en el comienzo de la adolescencia. El padre de Aló siempre dijo a los medios que le inquietaba la manera en que Tablado trataba a su hija, pero que jamás pensó que iba a terminar así. De manera que las grietas están aun cuando el peligro se advierte y es ahí donde las políticas públicas tienen que intervenir con luces de alarma. Tal vez si Edgardo Aló hubiera sabido a dónde acudir, si hubiera tenido esa información tan al alcance de la mano como se tiene el número de los bomberos en la heladera, la intervención institucional habría frenado el avance del agresor.

El próximo 13 de julio, el observatorio de femicidios Adriana Marisel Zambrano presentará el informe estadístico del primer semestre en la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Si bien no se podrán conocer las cifras hasta ese día, Ada Beatriz Rico, directora general del observatorio, adelanta que, respecto del mismo semestre del año pasado, la cantidad de femicidios aumentó un 30 por ciento. “Hay más difusión de los alcances de la violencia de género, pero también es cierto que hay más casos de violencia. En la medida en que las mujeres empiezan a tomar conciencia de este tema, el recrudecimiento hacia ellas es mayor con el objetivo de disciplinarlas. La realidad es que a partir de los medios de comunicación se exacerba la cosificación. Si desde algo tan simple y accesible a todos y todas como el programa de Tinelli la mujer es puesta en el lugar de objeto, se puede inferir que la habilitación de la violencia está y entra por todos lados”, resume Rico.

2 comentarios:

Gabriel dijo...

La violencia machista es un problema global y endémico en la humanidad, su razón radica en el "poder y la superioridad" que le confiere el patriarcado al hombre, mientras el modelo patriarcal continúe imperando se continuaran considerando semejantes atrocidades simplemente como algo de la esfera "doméstica y privada" de las personas y no como una lacra criminal que corroe a la humanidad, a los pueblos y a los gobiernos para empezar.
Da asco y rabia, da vergüenza ajena, no se puede ceder ante el terror el camino es continuar DENUNCIANDO y desde el entorno de cada persona, de cada mujer y cada hombre generar un paradigma de igualdad y respeto, educar en estos valores día a día, sí que podemos hacer algo al respecto todas y cada una de las personas que habitamos este planeta.

Insitucional dijo...

Domingo 11 de julio 2010

Las otras Marianelas
El crimen en Balvanera de la joven de 19 años, por el que está preso como sospechoso su ex novio fueguino, desnudó la situación de violencia que viven muchos noviazgos. Al menos doce chicas fueron asesinadas en el país en 2010. Las escasas experiencias en prevención. Los testimonios de víctimas. Cómo detectar las situaciones antes de que sea tarde.
Por Mariana Carbajal
Al menos doce adolescentes fueron asesinadas en lo que va del año en distintas partes del país a balazos, apuñaladas, degolladas o estranguladas, y en los hechos el principal sospechoso es su novio o un ex novio. Cuatro chicas más resultaron gravemente heridas, una de ellas por golpes de martillazos, otra después de que le quemaron el rostro. Los casos son la cara más extrema de los noviazgos violentos, un fenómeno que empieza a visibilizarse pero al que todavía se le presta muy poca atención en las escuelas para trabajar en su prevención.
“La conducta violenta no es percibida ni por las víctimas, mujeres en su mayoría, ni por quienes ejercen la violencia, los varones en general. Al contrario, muchas veces es entendida como una expresión de interés y cariño, de manera que por ‘amor’ se tolera el maltrato. La violencia en el noviazgo pasa inadvertida también porque el abuso se asocia a las parejas casadas y con hijos y no se reconoce, principalmente por la desvalorización de las relaciones amorosas entre adolescentes, que son consideradas como exageración o ‘cosas típicas de la edad’”, apunta Laura Rozados, docente e investigadora de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos, desde donde impulsó durante varios años un proyecto dirigido a prevenir los noviazgos violentos en la ciudad de Paraná

http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-149282-2010-07-11.html